
La gramática venía siendo parda y la ortografía, gris. Se les descolgaba a hombres sesudos por la cuerda del monóculo y convertía los días en un torrente de tinta que te ensuciaba las yemas de los dedos. Así era la vida de los friquis de la lengua hasta que se apareció en nuestras vidas La Vecina Rubia. (más…)